Homenaje de P. Cristián Precht Bañados

Palabras de despedida de P. Cristián Precht Bañados

EN LA PASCUA DE ANITA FRESNO DE LEIGHTON

A los 96 años de edad, después de una larga enfermedad y no pocos padecimientos, se cerraron para este mundo los ojos de Anita Fresno de Leighton. Y, al volver a abrirlos, con la luz del Señor brillando en su mirada, habrá podido ver a su amado Bernardo y empezará a comprender lo incomprensible, lo que los dos siempre perdonaron…

Gracias Guillermo, gracias Bernardita, por acoger a Anita en todo momento, especialmente en los últimos años de su vida. Y gracias a sus “nietos”, Florencia y Martín, que tuvieron el gozo de pasar los últimos momentos con ella, plenamente conciente, en aquella mañana en que pasó a buscarla el Señor.

1. Una pareja de bienaventurados
Anita ha sido una mujer de carácter y de profundas convicciones sociales y religiosas. Sabía lo que quería y lo procuraba con decisión. Podía tratarse de la vida doméstica, de un centro de madres o de las altas responsabilidades de Don Bernardo. Ella siempre estaba, y estaba activamente, expresando su pensamiento y poniendo todo de su parte para lograr lo que buscaba.
Anita pertenece a una generación de ideales muy nobles, que empeñó su vida, no sólo sus palabras, en lograr mayor justicia social para los pobres y una vida más digna para todos. Ni ella ni Don Bernardo trabajaron para sí mismos. No había codicia en su corazón. Muy por el contrario, dejando que en ellos las Bienaventuranzas se hicieran estilo de vida, vivieron sobriamente, incluso pobremente, sufriendo en carne propia los versos del Evangelio:

“Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra;
bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios;
bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

En muchos sentidos Anita fue el cable a tierra de Don Bernardo, el Hermano Bernardo, reconocido por amigos y adversarios, como un hombre bondadoso, de baja estatura, que hoy brilla entre los grandes de Chile: por sus convicciones, por su testimonio, por la calidad indiscutible de su vida. Y junto a él siempre estuvo Anita, desde el día en que se conocieron hasta su último suspiro.

No fue fácil la vida de Anita. Sin embargo, la vivió con serenidad y entereza, y con ese brillo en su mirada de profundos ojos verdes.
Yo la conocí más de cerca, a ella y Don Bernardo, a su regreso de Italia pues nació una amistad muy entrañable entre ellos y mis padres. Y Anita junto a mi madre, y a un grupo notable de señoras, formaron una comunidad cristiana de base en que se reunieron los miércoles, hasta que la vida se los permitió, a comentar el Evangelio y los hechos de la vida, para endilgar sus pasos según la enseñanza de Jesús. Todas ellas, incluso con su edad avanzada, no dejaban de preocuparse por los más pobres, los ancianos (que solían ser más jóvenes que ellas), ni de bregar por la justicia, la democracia, la libertad. ¡ Qué honor conocerlas ! ¡ Qué privilegio escucharlas !

Y si me permiten una infidencia litúrgica, no conozco Misas más participadas que la de esas santas mujeres, sobre todo cuando llegaba el capellán favorito que era el Padre José Aldunate sj. Cuando la luz era tenue y los ojos debilitados del P. Pepe no lograban leer bien los textos de la Misa… ellas se ofrecían solícitas para leer las partes del Misal, incluso algunas que le corresponden al sacerdote. Doy testimonio que siempre consagró Don Pepe… y me encanta pensar en esa comunidad de base que, superando los liturgismos estrechos, vivían la Santa Misa al mejor estilo de las primeras comunidades cristianas. Gracias, Anita, gracias mamá, gracias Mónica Chiorrini, Sylvia Jeria, gracias Chela Ríos, Maruja de Gregorio, Anita Walton, gracias Rebequita Cifuentes, Luz Johnson, Elena Barros, Amanda Muñoz Marcela Jorquera, por sólo nombrar a las que la memoria me regala…

2. ¿ Por qué ellos ? ¿ Por qué contra ellos ?
Más allá de la anécdota, todo esto que parece tan simple y cotidiano nos lleva a esa pregunta sin respuesta: ¿por qué ellos? ¿por qué contra ellos? Los años han pasado desde ese fatídico 6 de octubre de 1975 en que atentaron en Roma contra sus vidas, y ninguna de las hipótesis que se dan para explicarlo me logra convencer. Creo humildemente que detrás de las respuestas políticas y sociales, hay una que brota del hondo sentido de fe de sus protagonistas que, tal como Jesús, vivieron el destierro y la pasión con un corazón entero en que estaba tallado la novedad del Evangelio. ¡ Fueron en verdad discípulos del Señor Jesús, su único Maestro !

Construir la historia con espíritu de servicio, vivir con la mano tendida, buscar el diálogo y el entendimiento, no desear mal al adversario y confiar incluso en medio de las grandes decepciones que sufrieron, termina siendo una manera de vivir extraña a ese mundo que aspira a la riqueza y se empodera para servirse a sí mismo, equivocando gravemente el camino de la vida. Anita y Bernardo no se equivocaron. Fueron fieles hasta el final. Y por eso, así como Jesús su maestro, fueron juzgados peligrosos para la Seguridad Nacional y para el futuro de la Patria.

Los hechores del crimen hicieron mal su trabajo: lo que pretendían eliminar del alma de Chile, silenciando el corazón de Bernardo y Anita, brilló de manera tal que fueron de los primeros en perdonar a sus agresores. Lo hicieron de todo corazón antes que las heridas del cuerpo lograran cicatrizarse. “Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen…”

Hoy invocamos su testimonio y también su intercesión, desde el cielo, para que nos ayuden al reencuentro vital de nuestra Patria, también de nuestra Iglesia herida; para que juntos labremos el futuro con gestos de confianza, de justicia con clemencia, dando espacio a la reconciliación y al perdón, que son los verbos más auténticos del Evangelio, los más difíciles de vivir, los que se vuelven fuente de vida y vida en plenitud.

3. El Señor los bendice. El Señor los bendiga.
Gracias Anita, muchas gracias. Ud. y Don Bernardo son mucho más que amigos entrañables y hermanos en la fe. En Uds., tomados de la mano con ternura y profundo respeto, en ese enamoramiento palpable que siempre se regalaron, nosotros vemos a los mejores hijos de la Patria, un icono que sigue alumbrando nuestros pasos.
¡ El Señor los bendiga, el Señor los bendice ¡! Descansa, Anita, en la paz de tu Señor.

P. Cristián Precht Bañados
Santiago, 21 de marzo de 2011.
Parroquia de Santa Elena

 

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